Cuando llega el calor fuerte y el pasto seco cruje debajo de los pies, cualquier chispa puede convertirse en un problema. Lo que antes era un incendio más, hoy puede transformarse en algo completamente devastador.

Fuego que avanza como si tuviera vida propia y no responde a los métodos de extinción tradicionales. Es un escenario que ya se ha visto en el pasado y que en cada verano preocupa más y por eso tiene nombre propio.
Quienes viven cerca de zonas rurales o en la montaña lo notan enseguida. Un humo que aparece “de golpe”, un foco que se multiplica en minutos, ráfagas de viento caliente que cambian de dirección sin lógica. Ahí es donde aparece esta categoría que ya se volvió parte del vocabulario ambiental: los incendios de sexta generación.
Son incendios que superan todo lo conocido. No es una cuestión de cuántas hectáreas quema, sino de cómo se comporta: incontrolable, acelerado, impredecible y alimentado por un contexto climático que lo vuelve casi imposible de apagar.
Diferencias entre un incendio de sexta generación y uno común
Los incendios forestales siempre existieron, pero los de sexta generación tienen como agregado un combo de sequía extrema, altas temperaturas, abundante vegetación seca y vientos que cambian en segundos. Además de que son capaces de modificar el clima y crear tormentas de fuego.
Un incendio regsitrado en Epuyén, Patagonia, a principios de 2025.
Las características clave de los incendios de sexta generación, también llamados megaincendios y que suelen superar las 10 mil hectáreas quemada son las siguientes:
Velocidad de propagación inusual
Columnas de calor que alteran la atmósfera
Chispas que viajan kilómetros y generan focos nuevos
Fuego que “salta” barreras y cortafuegos
Comportamiento impredecible, que cambia en minutos
En estos incendios, el calor es tan intenso que modifica el aire alrededor y crea sus propios vientos. Esto hace que los frentes de fuego se muevan como si tuvieran voluntad propia. Es el punto en el que los equipos de emergencia ya no pueden anticipar cómo va a avanzar el incendio.
Hay incendios donde el trabajo de brigadistas, autobombas y aviones hidrantes funciona. Pero en los de sexta generación, la capacidad humana y tecnológica- queda superada.
Un incendio en El Bolsón, Patagonia, a inicios de 2025. Foto: EFE
Esto sucedes por tres motivos centrales que se detallan a continuación:
El fuego se autoalimenta: La energía que libera es tan grande que alimenta el propio viento que lo impulsa.
Los recursos quedan desbordados: No hay avión, camión o cortafuego que alcance cuando el incendio genera focos secundarios a kilómetros.
Sólo se detienen si cambia el clima: lluvia, baja de temperatura, aumento de humedad o una disminución drástica del viento. Antes de eso, es muy difícil frenarlos del todo.
Cómo influye el cambio climático
El clima dejó de ser un escenario estable y eso cambió por completo la forma en que se comporta el fuego. Las olas de calor duran más, los inviernos son más secos y la vegetación se transforma en combustible listo para encenderse con apenas unos días de temperaturas altas. Lo que antes tardaba semanas en secarse, hoy se deshidrata en cuestión de horas.
Esta combinación hizo que regiones que históricamente no tenían riesgo ahora estén en alerta constante. Pastizales, monte bajo y zonas rurales con poco mantenimiento quedan tan secos que cualquier chispa tiene el potencial de iniciar un incendio explosivo. Ya no se trata de un foco aislado, sino de un sistema entero que se vuelve inflamable.
Dos bomberos combaten un incendio en la provncia de Córdoba en 2024. Foto: EFE
En ese contexto, los megaincendios aparecen como una consecuencia lógica del paisaje saturado de potencial combustible. Más calor, más viento y más vegetación (seca) acumulada generan fuegos que se mueven con una fuerza que supera la capacidad de respuesta incluso de equipos muy preparados. El clima no solo favorece que se inicien sino que también potencia que se vuelvan extremos.
La gran pregunta es si todo esto puede escalar aún más, y la respuesta, lamentablemente, es que sí. Ya se habla de categorías futuras como gigaincendios (más de 100.000 hectáreas) y teraincendios (más de 1 millón).
Cuando se combinan sequías prolongadas, vegetación sin manejo y temperaturas récord, aparecen escenarios propicios para estos incendios. Hace dos décadas parecían imposibles pero el cambio climático los puso sobre la mesa.